Conocer a Jesús es el mejor regalo que puede recibir cualquier persona; haberlo encontrado nosotros es lo mejor que nos ha ocurrido en la vida, y darlo a conocer con nuestra palabra y obras es nuestro gozo. DA 29

martes, 27 de julio de 2010

Tres historias


A veces pasan cosas extrañas mientras recorremos las calles de nuestra parroquia para ofrecer la Bendición y la Palabra del Señor a nuestros hermanos.

Un día sábado que misionábamos, en un tranquilo pasaje llamamos a una casa. En ese momento, sentí un súbito dolor en la espalda que atribuí al cansancio.

Al entrar en la casa, tuve una sensación extraña. La amable señora que vivía ahí nos relató lo que vivía. Manifestó que alguien a quien no podía ver sólo percibir, le hacía daño, la molestaba; ya no sentía miedo, pero siempre era molestada por alguien que no podía identificar.
Hicimos la ceremonia de bendición y conversamos bastante con ella. La señora quedó muy contenta y tranquila, después de todo lo que nos contó que sufría.
Al salir, Custodio Sepúlveda, mi compañero de misión me dijo:- No te quise decir nada, pero, antes de entrar y adentro de la casa, sentí un frío en la espalda, fué muy extremo. El lugar era muy extraño, sentía una sensación rara.
Sea lo que fuere, Dios tiene poder sobre todo lo creado, y cualquier cosa que exista en este universo o en algún otro, se subordinará al poder del Dios único y verdadero, así es que, Paz y bien.

Otro día, con una misionera, entramos a una casa donde nos recibieron muy gentilmente. Al iniciar la bendición, un joven nos miraba desde el umbral de una puerta, nosotros continuamos.
Cuando la dueña de casa se percató que el joven estaba en la puerta lo hizo entrar y dijo: -Gracias a Dios que viniste, porque justo tú eres la persona que más bendiciones necesita para que te acerques al Señor.
El joven respondió: - No sé qué pasó. Estaba en mi casa y alguien me trajo hasta acá. No sé por qué estoy acá.
Ella lo presentó como su sobrino, y estaba muy alegre de que él estuviera presente. Aunque no nos explicó qué ocurría, ni qué problema específico tenía el joven, sabemos que siempre es necesario estar cerca del Señor, y que su bendición siempre es un gran regalo.

Recuerdo otro día , siempre sábado, en que casi terminábamos el territorio que haríamos ese día.
Llamamos a una casa y esperámos un rato. Se asomó una señora a una ventana del segundo piso y nos preguntó qué queríamos. Respondímos:- El Señor la llama. Y nos identificamos. - ¡Ya!, al tiro- dice ella -Me visto y bajo.
En el interior , al iniciar la ceremonia de bendición, la señora nos dice:- Es increíble. El timbre está malo desde hace tiempo y no suena, y yo estaba durmiendo al fondo de la casa . No sé cómo escuche que sonó, un timbre malo y yo durmiendo allá atrás.
Cosas del Señor, cuando Él llama.


Luisa Fuentes

Misionera