Conocer a Jesús es el mejor regalo que puede recibir cualquier persona; haberlo encontrado nosotros es lo mejor que nos ha ocurrido en la vida, y darlo a conocer con nuestra palabra y obras es nuestro gozo. DA 29

sábado, 13 de junio de 2015

Ana Laura:la historia de un feto inviable



Todos los sábados conocemos las historias de vidas de las personas que visitamos. A veces alegres, muchas veces tristes.  La historia de esta familia está llena de esperanza, fe y paz.

Ana Laura es una hermosa niña de 10 años.
Cuando su madre la esperaba, en la ecografía de los 5 meses de embarazo el médico le comunicó que el feto (qué palabra más fría) tenía una malformación “incompatible con la vida”, es decir, era un “feto inviable”.

Durante la espera que vivió su madre, llena de angustia, soledad, miedo y  pena, deseaba todos los días  que el parto no llegara nunca, para no perder a su bebita que amaba. 

Bastante claras eran todas las ecografías y exámenes que se habían hecho: la criatura no traía vena cava y sus órganos estaban “dados vuelta”, con la anomalía denominada situs inversus en el tórax y abdomen. Sobreviviría unos 3 minutos, no más.

En la sala de espera del hospital el día del nacimiento, permanecían la abuela materna y otros parientes apenados acompañando el triste acontecimiento, dando fuerza, calor y apoyo, que es la medicina fundamental   requerida.

Supieron que iba a la sala de partos, y esperaron diez minutos, veinte, una hora... 

Apareció entonces la doctora a cargo del equipo y les preguntó: ¿Alguno  de ustedes cree en algo? ¿En Dios, en algo?

La abuela se levantó y respondió con voz firme: Yo creo en Dios y la Virgen Santísima.
-Por eso- dijo la doctora- por eso. La niña está viva, y  parece que  en buenas  condiciones.

El equipo médico había recibido a la criatura y después de mostrársela rápidamente a la madre, la habían llevado para examinar, limpiar y esperar su deceso que sería rápido. Pero, al pasar los minutos, la niña continuaba respirando, llorando, moviéndose, su color era cada vez más rosado y no parecía desmejorar. Al hacer otros exámenes  se tuvo la explicación: no existía la vena cava, pero la vida se había abierto camino creando una multitud de pequeñas venas que suplían  la  función del  conducto ausente.
La abuela había desgastado sus rosarios y sus intenciones de Misa pidiendo un milagro para su nieta, el que fue concedido.

Escuchamos con emoción la historia de Ana Laura, pensando en tantas cosas. Pensando, sobretodo en la necesidad de la Fe. 

En la Fe, sí. Esa Fe fuerte, confiada,  la que Dios quiere que viva en nosotros  porque con ella la vida es más bella, más plena, más feliz.
Pensamos también en  “y no pudo hacer allí ningún milagro”, cuando Jesús visita a su familia en Nazaret  y el Señor no puede mostrar allí su amor y su poder, porque ellos no creen en Él y no ponen  en Él su Fe.

Pero, pensamos también en los muchos casos como éste que se darán en países con ley de aborto, donde los niños no llegan a nacer, porque son “fetos inviables”. Y se pierden tantas Ana Lauras…

Nos oponemos, como misioneros de la Iglesia Católica  a la muerte de los niños por nacer. Todo niño concebido debe ser dado a luz; y si su vida es de tres minutos, es lo que en Su infinita sabiduría y misericordia Dios ha diseñado, y así será.
La familia que viva tan grande dolor debe ser acompañada y apoyada en el proceso. Pero, el aborto no aminorará jamás el dolor de la pérdida, sino que contribuirá a aumentarlo por la sensación de culpa, hecho ya acreditado por la siquiatría.

Para mostrarnos que somos soberbios, incapaces e ignorantes, Dios decidió hacer un milagro premiando la Fe de una abuela piadosa,
Los niños que vienen con daños graves en su sobrevida deben nacer y ser recibidos por sus familias como lo que son: un regalo del Señor.

lunes, 13 de abril de 2015

Iniciamos la jornada 2015



Iniciamos la Misión 2015.
En Pentecostés comenzaremos nuestro 7° año de Misión. Hemos ganado, no en número de misioneros, pero sí en experiencia, en sabiduría misional, y eso nos alegra. El Señor ha tenido misericordia de nosotros y nos ha  concedido crecer en Fe y Esperanza. Sabemos que nos regalará  también la virtud de la Caridad.
Necesitaba misionar, todos los cristianos lo necesitamos. Esa paz, esa alegría, la sensación interna de contento, a pesar y con los problemas, que permanece en el ánimo se tiene después de salir de la Santa Misa y en la Misión. Es un poco la sensación que describió André Frossard, en los días posteriores a su conversión.  El afortunadísimo punto 29 del  Documento de Aparecida, que encabeza este blog lo dice: “Conocer a Jesús es el mejor regalo que puede recibir cualquier persona. Haberlo encontrado nosotros es lo mejor que nos ha ocurrido en la vida. Y darlo a conocer con nuestra  palabra y obras es nuestro gozo”.

Hoy visitamos a Jorge y Ana. Ella tiene 74 años. Él, 85  y conoció al Padre Hurtado cuando tenía 8. Lo describe amoroso, cariñoso y amable; les regaló una mesa de pin pon a los niños de la parroquia a la que su familia asistía.
Jorge fue casado hace 48 años. Desde entonces vive con Ana y tienen 3 hijos.
Proclamamos y comentamos el Evangelio de San Juan, en el capítulo 6, sobre el Pan de Vida. Hicimos oración. La emoción de Ana al pedir por sus hijos, por su hermana viuda, por su sobrina gravemente enferma es el desahogo de la pena y la preocupación por quien se ama y se sabe en sufrimiento, pero también es el arrebato que toda alma vive al sentirse escuchada por Dios. Y eso, lo he contado varias veces, ocurre a menudo en las jornadas de misión. Es el reencuentro,  en la oración, del alma humana con su Creador.

Estuvimos casi 2 horas con ellos. La conversación se dio cordial, afectuosa, acogedora  y fluida, hablamos de Dios, Cristo estaba presente (“donde dos o tres se reúnen en mi Nombre…”) y el Espíritu Santo nos comunicaba entre nosotros y con Dios.  
Y al salir y caminar de vuelta en la calle, sentíamos las palabras de los de Emaús: ¿No nos ardía el corazón mientras hablaba?  Eso es la Misión.