Conocer a Jesús es el mejor regalo que puede recibir cualquier persona; haberlo encontrado nosotros es lo mejor que nos ha ocurrido en la vida, y darlo a conocer con nuestra palabra y obras es nuestro gozo. DA 29

domingo, 6 de junio de 2010

Chichi


Ha partido Chichi. Una misionera se ha ido con Aquel a quien seguía. Cecilia Valenzuela estaba escrito en su cédula de identidad, pero para quienes la sabíamos nuestra amiga, era simplemente Chichi.
No participó en la Bendición de los hogares del año pasado ¡y no porque no quisiera!, sino porque su salud ya no la acompañaba como antes.

Chichi era la primera en ofrecerse si había que ir a recorrer las calles de nuestra parroquia para visitarlas en la misión de la Semana de la familia, para recaudar el 1%, para trabajar colaborando en los Bingos o algún otro menester que nuestra comunidad requiriera. Jamás falló, su buena voluntad era a toda prueba.
Y su mejor testimonio era su transparencia y su coherencia entre el decir y el hacer, fundamental en un misionero, porque se misiona primero que nada con el ejemplo.

Otro rasgo característico suyo era su sanidad de espíritu, su mirada de pureza; jamás suponía malas intenciones a nadie, no dudaba de nadie y perdonaba con una facilidad...
No tenía ni buscaba grandes conocimientos teológicos, pero, con una fe firme y fuerte amaba y seguía al Señor de la vida sin dudar.

Asistía a misa con regularidad y también con mucha entrega a la Adoración al Santísimo cada jueves. Precisamente este último jueves, Corpus Christi, estuvo presente, subió al Presbiterio, hizo oración en que pidió por todos los sufrientes, especialmente por las víctimas del terremoto, para que no sean olvidadas y se atienda a las necesidades que aún padecen. Luego, quemó incienso de olor agradable como ofrenda al Santísimo.
Ese día también se confesó y comulgó.

Chichi se fué en gracia de Dios. Fué llamada por Aquel que la condujo y la acompañó en esta vida. Fué pedida su alma por Aquel que nos ama más que nadie, más que nosotros mismos: el Hijo del hombre, el Rey amado, Nuestro Señor Jesucristo.

Sus tres hijos, sus nietos, sus familiares, sus amigos lloran su alejamiento. Y cómo no.

Pero, creo que ella nos pide que estemos alegres y que compartamos con ella la felicidad que ahora vive. La que nosotros deseamos también vivir. Aquella felicidad por la que estamos y luchamos en esta tierra.

Por eso, querida Chichi, nos vemos en el cielo.

Vivencias habidas al ser misionera


Me ha causado dolor, cuando personas que dicen ser católicas responden que no tienen tiempo, que van saliendo para algo muy importante y no reciben al Señor.

Me han vuelto bonitos recuerdos y emociones muy gratificantes cuando he visitado casas que pertenecen a ex-compañeros de colegio de mi hijo y hemos podido dejar las bendiciones del Señor en sus hogares y familias.

He sentido alegría cuando he visitado casas de personas conocidas o de la Parroquia y se ha dejado en sus familias el amor del Señor, actuando yo sólo como instrumento de Él.

He tenido emociones fuertes cuando en las casas visitadas viven personas cuyos hijos se han quitado la vida, ya que de inmediato uno se pone en su lugar.

Alegría he sentido cuando he visitado alguna casa y las personas dicen ser católicas, pero, estar alejadas de la Iglesia por diferentes razones, pero, cuando se hacen las bendiciones se les llenan los ojos de lágrimas; lo percibo como arrepentimiento. Manifiestan el propósito de volver a ella, demuestran interés por saber horas de misas, confesiones, y en el caso de haber enfermos, piden que se les lleve la comunión. Queda una semillita.

He visto personas que tienen mucho dolor. El caso de una abuela que su nieto fué violado. La madre no se preocupa por el tema y ella está en juicio para recuperar al nieto, desde la casa con personas extrañas donde lo dejó su madre.

Hemos visitado un padre que fué abandonado por su esposa y quedó solo junto a sus hijos, teniendo que asumir ambos roles. Estaba consciente de que no asistía a la Iglesia, pero que confiaba plenamente en Dios que estaba con él, y que trataría de ir a misa y cumplir los preceptos.

Satisfacción hemos sentido por personas que se declaran no creyentes, o de otros credos, y que sin embargo demuestran una gran amabilidad y buenos deseos por la Misión que se está haciendo.

Marisol Barahona Campos
Misionera