Conocer a Jesús es el mejor regalo que puede recibir cualquier persona; haberlo encontrado nosotros es lo mejor que nos ha ocurrido en la vida, y darlo a conocer con nuestra palabra y obras es nuestro gozo. DA 29

sábado, 22 de noviembre de 2014

"Sólo hay cinco en vela"



“Dios que nunca duerme
busca quien no duerma,
y entre las diez vírgenes
sólo hay cinco en vela.”




He recordado estos días ese bellísimo pasaje del Himno de vísperas de Semana Santa de la Liturgia de las Horas.
Eso es la Misión: “Dios que nunca duerme busca quién no duerma.”
Y esos son los resultados: “y entre las diez vírgenes solo hay cinco en vela”.

Pero, aunque tal vez pasara así desde los inicios del cristianismo  y sólo permanece el testimonio de los que más se dan cuenta, no tiene ninguna gracia cuando toca vivirlo en forma personal.
Mucha gente se suma a los que yo llamo espectáculos misioneros  porque son más brillantes y fugaces. Necesarios, sin duda, porque llevan la Presencia de Dios a lugares donde no ha estado.

Pero, en la misión constante, la visita permanente a los hogares, todos las semanas desde hace 6 años, somos muy pocos.  Y es una lástima, porque se podría visitar a muchas más familias y volver a visitarlas mucho más seguido, y no bendecirlas y luego acompañarlas desde lejos sólo con la oración.
















 





















Todos los sábados salimos, y siempre hay familias nuevas que nos reciben, otras que no.
Y está la carencia, la necesidad, el anhelo de Dios en todas, en absolutamente todas. 

Nadie sobre la tierra está más allá del amor de Dios. Nadie tampoco está más allá de la nostalgia de Él.

La semana pasada visitamos a una pareja, mayor de 60, no casada, que vive con los hijos de él.
Hace 30 años que no visitan una Iglesia y que no se confiesan, probablemente por su situación sacramental. Él permaneció sólo escuchando la mayor parte del tiempo. Ella hablaba.
Tenían una biblia de los TdJ, confusión sobre la doctrina, sobre la historia de la Iglesia, sobre los sacramentos, sobretodo la Eucaristía. Hicimos luz lo más que pudimos. Al escuchar el Evangelio, él comenzó a llorar. Ella humedeció sus ojos.
Hubo oración, mucha oración.
Acudirán al mes de María y regresarán a la Misa, aunque no comulguen sacramentalmente.

Hoy visitamos otro matrimonio también mayor. Ambos viudos y curiosamente concuñados, que se enamoraron y casaron años después de sus pérdidas.
Mucha amabilidad y cariño entre ellos, ambos enfermos. Él, con sus 5 hijos viviendo en los EE UU. Ella con una única hija madre de un niño y que vive también  en Estados Unidos casada con un mormón. Conversamos sobre ese punto. Después de años, las oraciones de la madre han hecho que la hija ya no vaya a la iglesia mormona y otra vez se esté acercando a la fe católica, donde fue bautizada, y a la cual el hijito quiso permanecer fiel - tal vez por la influencia de la abuela - no queriendo acompañar jamás a su mamá a ese culto. 

Me hizo recordar al Papa Francisco que contó sobre lo importante que fue su abuela en la fe de él. 

Muchas situaciones de la vida vemos, y todas las ponemos en Presencia de Nuestro Dios en la oración. Pero, falta mucho. Hay mucho sufrimiento, hay mucha ignorancia, desconocimiento, hay que hacer muchísimo. Y somos tan pocos…
“Y entre las diez vírgenes, sólo hay cinco en vela”. No somos tantos.  

Pedimos al Señor de la viña que envíe laicos que quieran compartir el don maravilloso de su fe para evangelizar a sus hermanos.
Que se haga SU voluntad.













domingo, 24 de agosto de 2014

El pago del misionero



Habían anunciado lluvia para hoy.  Llovería desde anoche, por lo tanto hoy no saldríamos a recorrer las calles y buscar  a las familias. Yo tenía una reunión en la Vicaría a la que podría ir porque hoy no habría Misión.
Pero, el Señor quería otra cosa. 
Hoy no llovía cuando amaneció, nos llamamos, nos reunimos apenas cuatro y salimos.

Llamamos  a cinco o seis casas. En dos, personas evangélicas nos respondieron amablemente que no. En una de ellas conversamos sobre la Parábola del hijo pródigo, luego pedimos que Dios la bendijera y continuamos. En la otra casa la señora evangélica era bautizada católica y su marido era evangélico. Y ella, como pasa tantas veces, siguió la religión del esposo sin revisar cuál era la verdadera. Le regalamos una estampa de la Virgen del Carmen y la invitamos a preguntarle a María nuestra madre, qué religión debía seguir. Nos aseguró que iría a Misa pronto.

Pero, lo más bello, aquello para lo que el Señor nos hizo salir hoy día fue en la última casa en que llamamos.
Era una casa muy pobre con una niña joven que nos sonrió al abrirnos. Adentro, un papá y dos hijos tomaban desayuno. La niña nos presentó a su pequeña hijita de dos años, Estrellita.
Conversamos largo rato antes de iniciar la ceremonia, y las personas, cerca de diez, que componían su familia, padre, hermana, cuñado, sobrinos, pasaban y circulaban.  

Hay allí seis niños sin bautizar, ocho sin primera comunión y matrimonios sin celebrar.

Cuando proclamamos el evangelio sobre la segunda multiplicación de los panes (Mt. 15, 49-59) algunos de los niños leyeron y la niña joven permaneció en silencio. Cuando lo comentamos, ella había entendido que en esa Palabra había un mensaje para ella y las lágrimas cayeron de sus ojos.
Oramos, asperjamos agua bendita, imploramos la bendición de Dios sobre cada uno de los habitantes de esa casa los que se fueron acercando da a poco.

Al final, la niña joven y su hermana mayor manifestaron su deseo de incorporarse inmediatamente a catequesis para bautizar y permitir comulgar a sus hijos. El padre,- que en principio nos quería alejar,- expresó su voluntad de asistir a Misa, el cuñado evangélico pidió que bendijéramos a su hijita pequeña, la mamá pidió que bendijéramos una imagen de la Santísima Virgen del Carmen, y fue el  compartir los dones y regalos de Dios, lo que nos llenó a todos de alegría.

Nos despedíamos cuando comenzó a llover fuertemente, y conversábamos con Claudio mi hermano misionero, que a esto nos envió el Señor hoy día, a ésta sola casa, a ésta  familia pobre y sola, y sentimos una vez más lo que es el pago del misionero: “ ¿no ardía nuestro corazón cuando nos hablaba por el camino?”.