Conocer a Jesús es el mejor regalo que puede recibir cualquier persona; haberlo encontrado nosotros es lo mejor que nos ha ocurrido en la vida, y darlo a conocer con nuestra palabra y obras es nuestro gozo. DA 29

miércoles, 4 de diciembre de 2013

El remedio para todos los males



No hay cosa que produzca tanta alegría, mejore el ánimo y entregue tanto entusiasmo y paz como proclamar la Palabra, orar y compartir el tiempo hablando sobre y con el Señor.
Esto es válido para la Eucaristía, la Adoración al Santísimo Sacramento, la Catequesis, pero, sobre todo, para la Misión. Porque es el ejercicio de “salir”, de la comodidad, la seguridad, el confort y bienestar de nuestra casa, para ir a llamar, pedir que nos abran la puerta de sus hogares otras personas, otras familias y entrar en ellas.
Ese salir, ese partir, ese dejar lo que me da seguridad y comodidad y caminar hacia un hermano para derramar la Presencia y Bendición de Nuestro Señor sobre él y su familia, no tiene comparación con otra cosa, y es lo que hace a la Misión tan recompensante, tan gratificante (“¿No sentíamos que ardía nuestro corazón cuando nos hablaba?”).
Los problemas permanecen, pero después de entrar a 3 casas y bendecir 3 familias, escuchando sus dolores, enseñando de lo poco que uno sabe, compartiendo la Palabra y la oración, no hay carga que no se pueda llevar, por más pesadas que sean.
A quienes no lo han vivido, les digo: la Misión es el remedio para todos los males.