Hoy iniciamos la Misión 2013, en realidad continuamos la de
2012, porque hay que llamar a todas las casas que aún nos faltan, que son
aproximadamente la mitad de todo el sector. Es decir, hemos llamado a poco más
de 1000, nos quedan otras 1000 y tantas más.
Es bueno hacer balances, pero, ya habrá tiempo para ello, lo
importante es que recomenzamos la Misión y la llevaremos adelante porque es
nuestro deber de bautizados y hemos sido llamados a ella.
Hoy iniciamos también la formación con las niñas de Derecho de
la Universidad Católica que nos acompañaron el año pasado. El año que terminó
vimos la Doctrina según el Catecismo de la Iglesia Católica. Este año
comenzamos con el Concilio Vaticano II, por el llamado del Año de la Fe.
Es regocijante ver como jóvenes estudiantes universitarias
de una carrera difícil y exigente, podrían descansar, entretenerse, hacer
muchas otras actividades, y eligen venir a enseñarnos temas de nuestra fe que a
su vez ellas aprenden de teólogos. No deja de ser agradable, amable y agradecible su esfuerzo, su entrega y su cariño.
Después de Pentecostés, con el envío del Espíritu Santo,
saldremos otra vez, como desde hace 4 años, a recorrer las calles y llamar a
las casas de nuestros vecinos, para comunicarles la gran esperanza que tenemos:
Jesucristo, Nuestro Dios y Salvador está vivo y nos ama.
Lo haremos como siempre, proclamando la Palabra, orando con
ellos, catequizando un poco y asperjando agua bendita a la familia y el hogar,
mientras pedimos la Bendición de Nuestro Señor sobre ellos y sobre nosotros.
Es una labor bella, reconfortante, gratificante. Al final de la jornada no
alcanzamos a decir “Señor, hasta los demonios se nos someten en tu Nombre” (Lc. 10,17),
pero, casi…
Definitivamente, la Misión es bella. La Misión, porque es
querida, y enviada por Dios, es santa. Y por regalo y bondad de Nuestro Señor,
nosotros, siervos inútiles, nos santificamos un poco con ella.