“Dios que nunca duerme
busca quien no duerma,
y entre las diez vírgenes
sólo hay cinco en vela.”
He recordado estos días ese bellísimo pasaje del Himno de vísperas de
Semana Santa de la Liturgia de las Horas.
Eso es la Misión: “Dios que nunca duerme busca quién no duerma.”
Y esos son los resultados: “y entre las diez vírgenes solo hay cinco en
vela”.
Pero, aunque tal vez pasara así desde los inicios del cristianismo y sólo permanece el testimonio de los que más
se dan cuenta, no tiene ninguna gracia cuando toca vivirlo en forma personal.
Mucha gente se suma a los que yo llamo espectáculos misioneros porque
son más brillantes y fugaces. Necesarios, sin duda, porque llevan la Presencia de Dios a lugares donde
no ha estado.
Pero, en la misión constante, la
visita permanente a los hogares, todos las semanas desde hace 6 años, somos muy
pocos. Y es una lástima, porque se
podría visitar a muchas más familias y volver a visitarlas mucho más seguido, y
no bendecirlas y luego acompañarlas desde lejos sólo con la oración.
Y está la carencia, la necesidad, el anhelo de Dios en todas, en
absolutamente todas.
Nadie sobre la tierra está más allá del amor de Dios. Nadie tampoco está más allá de la nostalgia de Él.
Nadie sobre la tierra está más allá del amor de Dios. Nadie tampoco está más allá de la nostalgia de Él.
La semana pasada visitamos a una pareja, mayor de 60, no casada, que
vive con los hijos de él.
Hace 30 años que no visitan una Iglesia y que no se confiesan,
probablemente por su situación sacramental. Él permaneció sólo escuchando la
mayor parte del tiempo. Ella hablaba.
Tenían una biblia de los TdJ, confusión sobre la doctrina, sobre la
historia de la Iglesia, sobre los sacramentos, sobretodo la Eucaristía. Hicimos
luz lo más que pudimos. Al escuchar el Evangelio, él comenzó a llorar. Ella
humedeció sus ojos.
Hubo oración, mucha oración.
Acudirán al mes de María y regresarán a la Misa, aunque no comulguen
sacramentalmente.
Hoy visitamos otro matrimonio también mayor. Ambos viudos y curiosamente
concuñados, que se enamoraron y casaron años después de sus pérdidas.
Mucha amabilidad y cariño entre ellos, ambos enfermos. Él, con sus 5
hijos viviendo en los EE UU. Ella con una única hija madre de un niño y que
vive también en Estados Unidos casada
con un mormón. Conversamos sobre ese punto. Después de años, las oraciones de
la madre han hecho que la hija ya no vaya a la iglesia mormona y otra vez se
esté acercando a la fe católica, donde fue bautizada, y a la cual el hijito
quiso permanecer fiel - tal vez por la influencia de la abuela - no queriendo
acompañar jamás a su mamá a ese culto.
Me hizo recordar al Papa Francisco que contó sobre lo importante que fue
su abuela en la fe de él.
Muchas situaciones de la vida vemos, y todas las ponemos en Presencia de
Nuestro Dios en la oración. Pero, falta mucho. Hay mucho sufrimiento, hay mucha
ignorancia, desconocimiento, hay que hacer muchísimo. Y somos tan pocos…
“Y entre las diez vírgenes, sólo hay cinco en vela”. No somos
tantos.
Pedimos al Señor de la viña que envíe laicos que quieran compartir el
don maravilloso de su fe para evangelizar a sus hermanos.
Que se haga SU voluntad.