Están aquí algunas de las familias que hemos visitado durante este año. Con muchas alegrías, y también con, a veces, profundos dolores: enfermedades, ausencias, muertes, vacíos, miedos, la vida misma. Todas con la nostalgia de escuchar a Dios, con anhelo de oir su Palabra, de hablar de Él, de aprender de Él, invocarlo en la oración, de aplicarlo en su vida y su familia. Quieren ser acompañados, ayudados, acogidos, visitados.
Hay tanta ansia de escuchar al Señor,
tanta necesidad de Él, tanto vacío y dolor en las almas, que no se
entiende que los católicos no corran a la Misión. ¿Por qué no van? ¿Por
qué somos tan pocos?
Para mí continúa siendo un enigma.
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