Hoy es #Fátima. Hoy conmemoramos el Centenario de las Apariciones de Nuestra Señora de Fátima.
El Papa en Portugal ha canonizado a Jacinta y Francisco Martos, como creemos que debió haberse hecho hace años. ¿Por qué no eran ya santos de altar, si no pueden estar en otro lugar que no sea el cielo? No sé. Pero, han sido ahora declarados santos y muchos nos alegramos. Nos alegramos por nosotros, no por ellos, que están en la máxima gloria desde hace cien años.
Hoy me ha sido respondida una pregunta que me rondaba hace tiempo. Y más fuertemente desde la semana pasada. ¿A qué vamos a la Misión? ¿A qué salimos? ¿Cuál debe ser nuestro acercamiento a las personas? ¿Vamos a enseñar la Fe, a catequizar? ¿De qué manera? ¿A qué vamos?
Hoy, porque es Nuestra Señora de Fátima, como un regalo, en un momento, en un instante, casi distraída, pendiente de otra cosa, escuché un pensamiento, unas palabras pronunciadas en mi mente, pero, como si no fueran mías: " A consolar".
Y es de lo más cierto que he escuchado.
Vamos a consolar las heridas que tiene la gente, a confortar, a fortalecer las almas de los daños que hace este mundo duro y brutal a los seres humanos que ama el Señor y que no se pueden defender de los golpes, porque no conocen o se han alejado de Dios.
Por eso no saben, o no recuerdan que Él los ama, ni cómo ni cuánto desea consolarlos. No recuerdan cómo quiere que sus vidas en esta tierra sean felices, y que mientras más a Su manera sean sus vidas, más felices serán.
Han olvidado que Él murió por Amor, que resucitó y que se ha ido a prepararnos un lugar para que también estemos con Él donde Él está. Les recordamos que Dios nos ama. Que Dios nos da Su paz si se la pedimos. Que nos pide vivir como Él nos enseñó a vivir.
Y que Dios nos regala la única Vida digna de ese nombre.
A eso vamos.
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